EL AMOR, ¡SÍ EXISTE!

Desde Fátima, Altar del Mundo, como decía San Juan Pablo II, hemos vivido una vez más, una gran experiencia de amor, el amor que Nuestra Santísima Madre del Cielo derrama sobre muchos miles de hijos que vienen a saludarla, a venerarla, a ofrecerle su amor y también a pedirle por sus necesidades que, en este mundo de hoy día, son muchas, como también son muchos los sufrimientos que se vienen padeciendo.
Pero dentro de todo cuanto comento, hay algunos casos que se nos presentan, bueno, digamos mejor que nos pone Nuestra Madre para demostrarnos y hacernos ver que también en este mundo de soledad, de frialdad, de egoísmos, también existe el amor en nosotros. Con mucha facilidad solemos decir “qué poco amor existe en nuestros días”. Pues no, sí existe el amor, lo que pasa es que tiene que ser Nuestra Madre la que nos lo haga ver, pensar en ello y demostrárnoslo, pues somos tan ciegos y tan duros de roer... Pero sí que lo hay y sí que existe el amor, lo que ocurre es que lo tenemos tan olvidado por la falta de práctica, que nos es más fácil decir que no hay amor, poniendo en su lugar nuestros egoísmos, nuestras envidias, nuestro “ego”, en una palabra. Y es que es mucho más fácil el pensar en nosotros que en el que tenemos a nuestro lado, ¿verdad?
Pero como no quiero hablaros solamente de la existencia del amor en nuestros días, pues lo que deseo es demostrároslo, os voy a contar la experiencia vivida el día 13 de este mes de mayo, aquí en Fátima, en el Recinto del Santuario durante la celebración de la Misa Internacional con motivo del 98 Aniversario de la 1ª Aparición de Nuestra Señora.
Pues bien, vamos a ello:
En plena celebración, en el lugar reservado para los enfermos, veo a una pequeña de 7 u 8 años de edad sentada en una silla de ruedas, lo que me hace pensar debía ser incapacitada. Está junto a su madre, en la que se aprecia una cara de gran sufrimiento, lo que se entiende después de ver el estado de su pequeña. Algo me llama la atención, haciéndome seguir mirándolas. De pronto veo caer unas lágrimas por el rostro de la madre y en ese momento, la pequeña que tiene la mirada fijada en su mamá, levanta su brazo y con la mano comienza a quitarle las lágrimas a la madre.
¿Hay algo más grande que esto?
“Dejad que los niños se acerquen a mí”
¡Madre, no borres nunca esta visión de mi alma, haz que la tenga siempre presente!