Teresita, entre los meses de julio y agosto, rezaba por la conversión de Pranzini, un delincuente condenado a muerte por crímenes horrendos. Él no quería arrepentirse de su vida pasada; no quería confesarse y, por tanto, hacía temer su eterna condenación.
Pero Santa Teresita, que entonces contaba unos catorce años de edad, queriendo librarle de la muerte eterna, ofreció a Dios los infinitos méritos de Jesucristo y los tesoros de la Santa Iglesia. Ella estaba persuadida de que por sí misma no lograría nada. Todo lo confiaba en el Amor y en la Misericordia de Cristo en la Cruz. Sintió un convencimiento íntimo de que Pranzini se iba a arrepentir. Mas con el fin de cobrar ánimos para proseguir en la conquista de las almas, hizo esta sencilla oración:
«Dios mío, tengo la completa seguridad de que perdonáis al desdichado Pranzini:
lo creería aunque no se confesase ni diese señal alguna de contrición;
tanta es mí confianza en vuestra misericordia Infinita.
Pero, Señor, es el primer pecador que os encomiendo;
por tanto, os suplico que me concedáis tan sólo
una señal de su arrepentimiento
únicamente para consuelo de mi alma.»
Y su oración fue atendida al pie de la letra. Pranzini salió de la cárcel y fue llevado al cadalso; cuando subió a él no llevaba en su corazón ningún sentimiento de arrepentimiento. Los verdugos lo llevaron a la guillotina, cuando de pronto, Pranzini se para y, tocado de la gracia divina, toma el crucifijo que tenia el sacerdote entre las manos y besa por tres veces sus sagradas llagas. Pranzini se había convertido.
Cuando al día siguiente, Santa Teresita del Niño Jesús leyó en el periódico la conversión de Pranzini lloró de emoción y de agradecimiento a Dios.
En algún momento de nuestras vidas podemos encontrarnos con muchos "Pranzini" con el alma perdida, agobiada, e incluso también nosotros podemos serlo, pidamos allí tal como lo hizo Teresita, tener la confianza absoluta puesta en Jesús. Dejemos en sus manos nuestros problemas para que se las entregue al Padre en nuestro nombre.
Imitémosle a ella y seamos partícipes de la salvación de tantas almas con nuestra humilde oración, pues «unidas en él, nuestras almas podrán salvar a muchas otras»
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